Es, probablemente, la más popular de
las creencias mitológicas del ámbito incaico que aun sobreviven con fuerza en
algunas regiones del Noroeste Argentino (NOA) y muy especialmente en Jujuy. La
difusión del mito usa como vehículo las lenguas quichua y aimara. Cuando
llegaron los españoles, la Pachamama ya era una leyenda en el folklore incaico,
lo cual indica que su origen hay que buscarlo en las comunidades agrícolas del
occidente sudamericano.
Es la Madre Tierra, como la
representación del dios del bien, ella que nos demuestra generosidad en todo
sentido, haciendo mudar los frutos u ofreciéndonos los minerales y riquezas
guardadas en su seno.
La Pachamama es por lo tanto la diosa
femenina de la tierra y la fertilidad; una divinidad agrícola benigna concebida
como la madre que nutre, protege y sustenta a los seres humanos.
El 1° de agosto se celebra el “Día de
la Pachamama”, momento de agradecimiento por las cosechas y el buen tiempo, por
los animales y la abundancia del suelo.
Pero la historia también afirma que es el tiempo en que la Madre Tierra
sale a controlar a sus animales, castiga a quienes no los cuidaron y premia a
lo que sí supieron hacerlo