LA TELEVISIÓN

 Pediatras piden limitar el tiempo que pasan los niños ante pantallas





Los niños, incluso los más pequeños, pasan muchas horas viendo la televisión, aunque parezca que no les interesa, que no miran, esta información la están recibiendo constantemente, ya que en muchos hogares la televisión esta casi siempre encendida. Peor aún es cuando la ven en soledad, sin que sus padres o algún otro adulto cercano comenten o maticen lo que están viendo. La televisión nunca puede sustituir las relaciones familiares, por eso durante las horas de las comidas y aquellas otras empleadas para las relaciones entre padres e hijos, la televisión debería estar apagada.
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De todas maneras, el uso del medio televisivo es, principalmente, responsabilidad de los padres, indican los especialistas en psicología infantil. Las influencias nocivas para los niños sobrevienen, sólo si no se está atento a la educación de los hijos. Las recomendaciones para los padres incluyen desde limitar el tiempo dedicado a mirar televisión (no más de una hora por día), hasta ver con ellos los programas y comentarlos con sentido crítico. Leer Más...


 EL TELEVISOR



"Señor, esta noche quiero pedirte algo especial: conviérteme en televisor. Quisiera ocupar su lugar para vivir como él en mi casa: tendría un cuarto especial para mí, y toda la familia se reuniría a mi alrededor horas y horas. Siempre me estarían todos escuchando sin ser interrumpido ni cuestionado, y me tomarían en serio. Cuando me enfermara, llamarían enseguida al médico y estarían todos preocupados y nerviosos hasta que volviera a funcionar perfectamente. Mi papá se sentaría a mi lado cuando vuelve cansado del trabajo, mi mamá buscaría mi compañía cuando se queda en la casa sola y aburrida, mis hermanos se pelearían por estar conmigo. ¡Cómo me gustaría poder disfrutar de la sensación de que lo dejan todo por pasar algunos momentos a mi lado! Por todo esto, Señor, conviérteme en un televisor, yo te lo ruego"
El párrafo precedente se trata de “La oración de un niño”, extraída de un texto de Antonio Pérez Esclarín, de las escuelas Fe y Alegría – Venezuela. Leer más